Proust y un poco de basura

Lavandera cascadeña, en uno de los pilones de la fuente Las Jarcas.
 El Sol ha ido cambiando en la fuente y en los brillos del agua, los reflejos de las ramas de los árboles han dado paso a los del cielo, y lo han hecho de manera cada vez más cálida, porque el sol en estos finales de enero calienta hasta hacer que sobren las prendas con las que he salido un poco antes de las diez de la mañana. Mientras el sol realizaba su viaje por este cielo despejado, aunque es el mundo con sus horas el que
Lavaderos y libro.
cambia, buscando no sé qué, quizás el futuro. Y con ese tránsito medido con exactitud, en un momento que la mañana se mostraba más solitaria y uno más concentrado en las páginas de ‘Por la parte de Swann’, cuando las avecillas han bajado del cielo a bañarse en lavadero, en el agua fría, precisamente una lavandera cascadeña (Motacilla cinerea), estando uno absorto en las frases helicoidales de Proust. Para sorpresa ha aparecido mi hija, que a su edad siempre despierta mi felicidad, porque sus años son balsámicos. Junto a ella su madre, mis cuñados y mi sobrino, para charlar un rato de los vivificantes chorros de agua, de las milenarias ruinas iberas. Es el paso de la mañana, con un buen puñado de basura que a pesar de la belleza del lugar, Alicia ha recogido y liado en un viejo trozo de camisa, para que me lo lleve en la mochila, junto con el libro donde he subrayado la pintura del Vesubio de Turner.


El Vesubio en erupción, pintura de  Joseph Mallord William Turner.

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