‘Tan cerca del aire’, de Martín Garzo


Posiblemente las garzas sepan lo que nosotros no. Visitan las lagunas y los ríos, comen peces y batracios, y meditan. Los peces y batracios están cargados de una historia antigua, eras geológicas los acompañan, y esa historia secular impregna la mucosa y las escamas de su piel. Cuando una garza engulle de una pieza estos animales, deja “un sabroso sabor a algas” y a historia de la Tierra.
Las garzas, son conocedoras de las umbrías, del rumor de las corrientes cristalinas, “que recuerdan el sonido de conversaciones humanas”, de la magia de los musgos, de los helechos y las algas. Las garzas merodean en el ámbito de las leyendas y de los cuentos. Y esto lo sabe Gustavo Martín ‘Garza’, que en su maravillosa ‘Tan cerca del aire’, habla de una irrealidad que existe, y solo tenemos que visitar unas cuantas veces un bosque empañado por la niebla, o tumbarnos, como cuenta Paula, en el prado donde “escuchábamos la voz de la montaña. Surgía de la más profunda oscuridad, de un tiempo anterior a los hombres, y nos quedábamos inmóviles hasta sentir que formábamos parte de ella”.
Una historia de amor con la naturaleza, un hijo con una garza, nos cuenta Martín Garzo. Una mágica capa de plumas, que nos conecta con el mundo, y que en el pecho de Jonás, vibraba “con un rumor de tempestad” y le permitía “volar por encima de todas las penas”. Un bello cuento para lectores que “no creen que la vida pueda ser comprendida”.

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