La Maroma para abrir el nuevo año

Subir con los amigos a la Maroma (2.065) ha sido una buena forma de comenzar el año. Es conveniente no dejar que pasen muchos días sin disfrutar de la grandiosidad de la montaña. Y que mejor que iniciar el año con una visita a alguna cumbre, a modo de ritual montañero, de apego a la tierra, de anuncio que seguimos andando por senderos y veredas.


Ya lo habíamos hecho algún que otro comienzo de año, lo de subir a La Maroma, unas veces con nieve, con hielo en la parte alta de los tejos en otra ocasión, y esta vez con mucho viento. Para subir a la cumbre del macizo de Tejeda y Almijara, elegimos el acceso por el Robledal Alto, en la carretera que va a Alhama de Granada, justo en la curva donde está el restaurante La Alcaicería, donde nos esperaba el desayuno.

Una vez dejamos los coches, el camino discurre primero entre un bosque de pino resinero (Pinus pinaster), melojos (Quercus pyrenaica) y quejigos (Quercus faginea). Un inicio suave, que ayuda a calentar las piernas, oxigenarse y pensar solo en nuestros pasos, ir introduciéndonos en el paisaje. La conversación se centra en la subida, los árboles y la naturaleza. Descansa la mente, se cansan las piernas. A la derecha queda el barranco de Los Presillejos, y vamos cresteando ya por zona más despoblada, hasta alcanzar los paredones del Puerto de las Loberas, aquí crecen algunos tejos (Taxus baccata), ejemplares que son una pequeña muestra de lo que debió ser una población mejor representada. En las paredes verticales y rezumantes busco grasillas (género Pinguicola), que no encuentro, sí hallo unas piquetas metálicas, posiblemente indicando zonas donde crecen estas plantas carnívoras. Da mala sensación tantas estaquitas y algunas mallas metálicas, como protegiendo algunas oquedades, pero ahora tumbadas, doblas y estorbando a las plantas que por allí crecen. En esta umbría hace algo de frío. Avanzamos y atravesamos el Puerto Loberas, que da acceso a la cima. El paisaje cambia, muchos más rocoso, en realidad un lapiaz inmenso, con grandes grietas donde a duras penas se desarrollan algunos tejos, también hay algunos pinos silvestres (Pinus sylvestris) y sobre todo piornos y salvias (Salvia lavandulifolia), hasta llegar al gigantesco vértice de la Maroma. Tres horas y media de subida plasmadas en unas pocas líneas, pero también están los enebros (Juniperus oxycedrus), los eléboros en flor (Eleborus phoetidus), los laureolos (Daphne laureola) y los agracejos (Berberis vulgaris). También están los pensamientos idealistas, las risas, el aroma de la alhucema (Lavandula lanata) y las rocas.

La bajada se hace igual de interesante que la subida. Disfrutando de los tonos que da el atardecer, que también ilumina Sierra Nevada, con ese tono cálido de las partes nevadas. Poco a poco se va cubriendo; y ya de vuelta a casa, la lluvia cae con fuerza. Perfecto para irse a la cama pronto, relajar músculos y soñar con estos parajes.


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